viernes, diciembre 12, 2008

Corriendo por nuestras montañas (III)

A estas horas de la mañana ya se oye a los moteros subiendo por doquier. Unos, los más expertos, buscan subidas complicadas por sendas pedregosas; otros, con menos experiencia o mayor sensatez, suben y bajan por lugares más accesibles. Hay cierta polémica acerca de esta especie que visita nuestros montes; unos dicen que gracias a ellos se han mantenido vivas muchas sendas que ahora estarían perdidas, mientras que otros mantienen que son los culpables del lamentable estado de muchos de los caminos y veredas que conforman las arterias y venas de nuestras montañas. En mi opinión, ambas opciones tienen visos de ser ciertas: hace años, cuando el senderismo hibernaba olvidado por casi todos, los moteros campaban a sus anchas por las montañas, manteniendo abiertos muchos senderos. Por otro lado, y como en toda casa de vecino, hay moteros que no respetan la montaña –como probablemente no respeten a nadie-, y arrasan con todo lo que pillan por delante, incluido algún que otro corredor.

Dejo atrás el poste de luz y continuo por la pista, hasta llegar a una senda que se desvía a mi derecha. Ahora tenemos un tramo corredor y divertido, que nos llevará a la senda de los cazadores, por la que bajaremos hasta los naranjales que hace pocos años sustituyeron una preciosa zona boscosa que llegaba hasta el Sanatorio.

Desde aquí, bordeo la ladera que está a mi izquierda sin adentrarme apenas en la carretera, en busca de una senda que me llevará al tramo de crestas que comienza en el Sanatorio y continua en dirección Norte.

Este tramo es el que más conozco, no en vano entreno en esta zona habitualmente. Es un tramo de más sube que baja en el que cada subida es algo más acusada que la anterior, siendo las dos últimas bastante duras, sobre todo a estas alturas de rodada. Una vez llego a la última subida, cojo la senda de la izquierda alcanzando rápidamente la cima cercana, desde donde comienzo una buena bajada. Algo más tarde, la senda se bifurca y hay que desviarse hacia la derecha para seguir bajando rápidamente hasta encontrarnos de nuevo con la omnipresente cantera.

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