martes, diciembre 09, 2008

Corriendo por nuestras montañas (II)

Cruzo apresuradamente el pétreo cementerio para dirigirme en busca de otra preciosa senda que discurre serpenteante por los contornos del campo de golf de la Coma. Me incorporo a un tramo del sendero de la luna llena, hasta que llega el momento de desviarse de nuevo a la izquierda para acometer otra dura subida, hasta un inmenso poste de la luz y, de ahí, a una antena de comunicaciones, esculturas fuera de lugar en unos parajes tan rudos y vivos.

Las subidas son cortas pero duras, con desniveles acusados y muy pedregosas en su mayoría. Intento subir con “la reductora”, es decir, trote corto y constante eligiendo bien el lugar de cada pisada. Hay algo de masoquismo en el goce al sentir la quemazón en las piernas por el exigente y continuado esfuerzo, al notar las pulsaciones de un corazón desbocado que se esfuerza en bombear el reparador oxígeno a los cansados músculos pero, tras llegar a la cima, la satisfacción es máxima.

Desde la antena de comunicaciones un, en ocasiones, complicado descenso me lleva de nuevo a la cantera, que abandono rápidamente en dirección a Borriol por la pista. Tras finalizar el tramo boscoso, giro a la izquierda para acometer una nueva y dura subida que finaliza en otro de los gigantes postes de alta tensión. Esta subida es la más larga de todas, en un paraje pelado con todavía restos del último y devastador incendio que se provocó en este precioso entorno.

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