Existe una leyenda que se cuenta en las tertulias que los corredores de montaña hacemos de cuando en vez, y que dice:
En un época muy lejana, un grupo de gente perseguida por un tirano buscó refugio en las montañas de la comarca. Al entrar en un bosquecillo, cuando estaban a punto de ser alcanzados por los sicarios del tirano, suplicaron a la Montaña ayuda, ofreciéndole a cambio fidelidad eterna. La Madre Montaña de inmediato los acogió, ocultándoles de los malvados esbirros y salvándoles de una muerte segura.
De este modo nació la estirpe de los protectores de la montaña, gente que vive por y para la supervivencia y conservación de los valles, bosques, senderos, cerros y cimas de las montañas de nuestra Tierra.
Hace unos años, en nuestra comarca renació el interés por la montaña –seguramente promovido por alguno de estos seres, infiltrados entre nosotros-, y se comenzaron a organizar carreras, paseos y visitas recorriendo la infinidad de senderos y caminos que surcan nuestros montes.
En todas estas carreras siempre ha habido un grupo de gente que acude puntual a la cita, que viaja a comarcas vecinas o lejanas para hollar otros senderos y establecer lazos de unión entre las gentes. Los rumores hablan de que esta gente desciende de aquella estirpe primigenia y que su cometido es sembrar la semilla del amor y la protección a las montañas entre el resto de los mortales, renunciando a su vida montaraz.
Deciros que creo que os conozco, hablo con vosotros, corro con vosotros y sé que me leéis, y que en mí ha arraigado la semilla firmemente, lo cual os agradezco sobremanera.
Vayáis donde vayáis –al verde y frondoso Norte, a las inmensas llanuras de Castilla, a los desolados desiertos del Sur-, sabed que mi alma os acompaña.
En un época muy lejana, un grupo de gente perseguida por un tirano buscó refugio en las montañas de la comarca. Al entrar en un bosquecillo, cuando estaban a punto de ser alcanzados por los sicarios del tirano, suplicaron a la Montaña ayuda, ofreciéndole a cambio fidelidad eterna. La Madre Montaña de inmediato los acogió, ocultándoles de los malvados esbirros y salvándoles de una muerte segura.
De este modo nació la estirpe de los protectores de la montaña, gente que vive por y para la supervivencia y conservación de los valles, bosques, senderos, cerros y cimas de las montañas de nuestra Tierra.
Hace unos años, en nuestra comarca renació el interés por la montaña –seguramente promovido por alguno de estos seres, infiltrados entre nosotros-, y se comenzaron a organizar carreras, paseos y visitas recorriendo la infinidad de senderos y caminos que surcan nuestros montes.
En todas estas carreras siempre ha habido un grupo de gente que acude puntual a la cita, que viaja a comarcas vecinas o lejanas para hollar otros senderos y establecer lazos de unión entre las gentes. Los rumores hablan de que esta gente desciende de aquella estirpe primigenia y que su cometido es sembrar la semilla del amor y la protección a las montañas entre el resto de los mortales, renunciando a su vida montaraz.
Deciros que creo que os conozco, hablo con vosotros, corro con vosotros y sé que me leéis, y que en mí ha arraigado la semilla firmemente, lo cual os agradezco sobremanera.
Vayáis donde vayáis –al verde y frondoso Norte, a las inmensas llanuras de Castilla, a los desolados desiertos del Sur-, sabed que mi alma os acompaña.