viernes, noviembre 24, 2006

Esta semana he cumplido

Creo que esta ha sido la primera semana desde Septiembre en la que he podido hacer todos los entrenos completos, así que para celebrarlo los resumo:

Lunes 20

Rodaje de 44’ a 134 ppm de media a mediodía en la Ronda Este. En total, 8’6km aprox. Al final, 15’ de estiramientos.

Martes 21

Otra vez a mediodía en la Ronda Este, 43’12” a 136 ppm de media -8’6km-, más 8 series de 500 entre 2’10 y 1’58 con 1’ de descanso entre series. Al final, 15’ de estiramientos.

Miércoles 22

Rodada por la montaña a mediodía, saliendo del Hospital de la Magdalena hacia Borriol y volviendo por el GR-33, urbanización de la Torreta y senda del canal hasta el Hospital, acompañado por Berto, en 1h29 a 139 ppm de media. Una buena rodada en mejor compañía, así parece más corta.

Jueves 23

Rodaje de 35’28” a 132 ppm de media a mediodía en la Ronda Este, coincidiendo con Berto los tres últimos kilómetros. Luego, series de 2.000; la primera y media con Berto y las siguientes, hasta 4, sólo. Quería hacer 6 series pero como me comenzó a molestar la rodilla, le dejé estar. Comenzamos en 9’25, luego 9’17, 9’16 y 9’08.
Una lástima, porque no me encontré nada fatigado. Al final, 15’ de estiramientos.

Viernes 24

Rodada de 56’ 18” mixta. Comenzando a mediodía en la urbanización de la Torreta, busco una senda para ir hacia el Hospital de la Magdalena por arriba. Tras media horita divertida subiendo y bajando por sendas muy poco usadas, llego a la senda del canal, prácticamente a un kilómetro de dónde salí; el próximo día tengo que buscar una senda que me acerque más. Luego, voy por la senda del canal hasta el Hospital y vuelvo.
Seguidamente, 5 cuestas de 200m aprox.. Al final, 15’ de estiramientos.

martes, noviembre 21, 2006

La aventura continua. El encuentro con nuevas gentes.

... El día amaneció desapacible, con mucha niebla, pero nuestra pareja de héroes no se amilanó por el mal tiempo y reanudó el azaroso viaje. Tras varias horas de penosa subida avistaron a lo lejos, en lo alto de una colina, lo que parecía un próspero poblado. Con ánimos renovados apretaron el paso ansiosos de tomar contacto con seres humanos tras un largo tiempo de soledad.
Poco antes de alcanzar el poblado, salieron a su encuentro un grupo de hombres armados que, en un valenciano singular, les interrogaron acerca de sus propósitos. Pepet, que se interpuso valerosamente entre los guerreros y Paquita, les contó de forma muy resumida su historia; éstos, al escuchar el relato, se dispusieron a llevar a la intrépida pareja al consejo de ancianos que gobernaba el poblado. Mientras caminaban, Paquita y Pepet se enteraron de que el nombre de los habitantes del lugar era “useritas”, que eran agricultores, ganaderos y cazadores –de hecho, les dijeron que la senda por la que habían llegado era la “senda de los cazadores”, llamada así porque llevaba a los mejores lugares de caza de los contornos.

Todo el pueblo se fue añadiendo a la comitiva, y así llegaron hasta una plaza presidida por una formidable carrasca, bajo de la cual se hallaba reunido el consejo de ancianos, cada uno de los cuales tenía a su disposición un barrilete de vino tinto y un surtido de embutidos que agudizaron el hambre de Pepet y Paquita. El representante del consejo les hizo sentarse enfrente del consejo y les conminó a repetir el relato de su aventura minuciosamente, interrumpiendo de cuando en vez el mismo con atinadas preguntas. Una vez terminada la narración, y tras una breve reunión del consejo, el anciano portavoz anunció que la pareja venida de orillas del mar sería bien recibida, agasajada y ayudada en lo que fuera necesario para que tuviera éxito en su misión, puesto que su pueblo también sufría grandes penurias por causa de la falta de agua.

El pueblo entero se vistió de gala y preparó una gran fiesta, con gran matanza de puercos y corderos que dio lugar a un festín interminable, regado por un magnífico vino tinto propio de la zona. Paquita y Pepet se dieron un atracón histórico y pillaron una cogorza monumental. Tanto fue así que el día siguiente amanecieron cada uno en una cama diferente, con compañía diferente, resultando que todo el pueblo había dormido la mona en la plaza, ancianos incluidos.

Tras una mañana recuperándose de la resaca, Pepet y Paquita se dispusieron a reanudar el camino. El anciano jefe -llamado Caliu-, les obsequió con un barrilete de vino “muy especial” según sus palabras, que únicamente debían utilizar en momentos de dificultad, así como de diversas viandas propias del lugar. Todo el pueblo salió a despedir a sus héroes, que retomaron el camino con brío renovado. (...continuará).

martes, noviembre 14, 2006

Por la senda de la Luna Llena. El encuentro con las hadas

… Tras muchas horas de caminar por bellos parajes, y después de una larga subida, Paquita y su inseparable Pepet llegaron a una charca repleta de golondrinas acicalándose. Sus aguas no tenían muy buen color, pero el lamentable estado de higiene de sus cuerpos debido a los días que llevaban sin asearse les decidió a darse un buen chapuzón. Paquita sacó la pastilla de jabón Lagarto que llevaba siempre encima y la esponja de esparto y, antes de que Pepet –que no era muy amigo del agua-, tuviera tiempo de escaparse, ya le había frotado de arriba abajo con energía, hasta dejarlo reluciente como un bebé. Allí permanecieron un buen rato, disfrutando de un merecido descanso.
Cayó la tarde y una hermosa noche plateada iluminó la charca en la que seguían, algo amodorrados, Paquita y Pepet; después del baño se dieron cuenta de lo cansados que estaban, así que decidieron quedarse a dormir allí mismo. Poco a poco a la pequeña laguna acudieron gran cantidad de golondrinas que, una vez allí, se quedaban absortas observando a la madre Luna acompañada de una pléyade de estrellas que tachonaban el cielo, creando un espectáculo inigualable.
Mientras dormían, unas hadas diminutas como luciérnagas llegaron también a la laguna y, al ver a la pareja de humanos y leer sus sueños, decidieron ayudarles.
Al despertarse al alba, Paquita y Pepet notaron algo raro en ellos y, al buscarse y no verse, comenzaron a llamarse pero de su garganta no surgieron voces, sino trinos de golondrina. Por fortuna, se dieron cuenta de que entendían perfectamente lo que se decían, así como lo que decía el resto del grupo de golondrinas. Asustados, preguntaban qué les había pasado durante la noche, y una vieja golondrina les respondió que las hadas de la montaña les habían regalado ser golondrinas por un día para que adelantaran el camino, puesto que tenían que cruzar un caudaloso río y no había puentes ni vados para los animales terrestres.
Se unieron a la bandada de golondrinas y siguieron la senda hasta llegar al río, que cruzaron sin dificultad. La sensación de volar les parecía maravillosa, era lo más parecido a lo que pensaban que era la libertad. Al anochecer descendieron a tierra, avisados por la sabia golondrina de que pronto cesaría el encantamiento y volverían a ser humanos. Tras despedirse de la bandada se acurrucaron juntos, abrazados ala con ala, y acordaron bautizar la charca en la que aconteció el milagro como “La Bassa de les Oronetes”. …(continuará)

jueves, noviembre 09, 2006

Sigue la leyenda ... por la Serra de Borriol

... Tras examinar la enorme roca un buen rato, Pepet se encontraba algo desorientado, sin saber qué hacer; mientras tanto, Paquita se fijó en un enorme algarrobo situado al borde del camino, repleto de enormes y nutritivas algarrobas que relucían sobrenaturalmente. Después del gran esfuerzo que había supuesto subir la Serra, se encontraba hambrienta y cansada, y pensó que no le vendría mal comerse algunas algarrobas mientras su marido intentaba mover aquel enorme pedrusco.
Nada más ingerir un buen puñado de estos dulces frutos, Paquita se sintió invadida por un ardor interior intensísimo. Sin pensárselo dos veces, se abalanzó sobre Pepet, que se hallaba de espaldas junto al impresionante cascorro, y allí mismo lo poseyó una vez tras otra hasta que Pepet se desmayó.
Tal fue el empellón que le propinó a Pepet al agarrarlo que, al caer sobre la roca, ésta rodó por el camino hasta pararse, erguida, en medio de una pequeña explanada. Así, el camino quedó expedito para la ardiente pareja.
Esa noche Pepet y Paquita durmieron profundamente al amparo del algarrobo, recuperando fuerzas tras las agotadoras jornadas anteriores.
Al día siguiente Paquita se levantó con un dolor de vientre tremendo debido a la indigestión provocada por las algarrobas, y cada dos por tres tenía que parar a aliviarse. Al cabo de un buen rato llegaron a un pozo de cristalinas aguas y Paquita, deshidratada, le pidió a Pepet que le llenara la bota.
Milagrosamente, tras unos buenos tragos del preciado líquido, la indigestión de la buena de Paquita desapareció, así que ambos bautizaron el bendito pozo con el nombre de “Pou de Mollet” –ya imaginareis por qué-. … (continuará)

lunes, noviembre 06, 2006

Una leyenda sobre la MiM - El comienzo

Hace unos días me contaron una leyenda acerca del nacimiento de la MiM, y me gustó tanto que os la voy a relatar:

En los primeros años del siglo III después de Tombatossals reinaba en la comarca de la Plana Batiste II, un buen gobernante que se preocupaba mucho por la prosperidad de estas tierras. Durante el tercer año de su reinado comenzaron a escasear las lluvias hasta desaparecer del todo, y la sombra del comienzo de una aciaga época planeaba sobre los infortunados habitantes de la comarca. Los meses transcurrían y ni una mísera nube asomaba por el cielo, excepto en la cumbre lejana del legendario monte Penya Golosa, así llamado por los lugareños porque nadie que había osado intentar alcanzar su cima había regresado jamás. Las plantas se secaban y los animales enflaquecían miserablemente, y comenzaron a llegar las plagas y las enfermedades. La Parca afilaba su guadaña, sonriente, esperando sus primeras víctimas.
Batiste II, desesperado, consultó a sus astrólogos, que le respondieron que la causa de aquello estaba en la cima inaccesible del Penya Golosa, y que alguien debía ir allí y vencer a las fuerzas del mal que impedían la entrada de las lluvias a la comarca.
De inmediato, Batiste II ofreció grandes fortunas y privilegios a quien consiguiera acabar con la maldición que moraba en la cumbre. Renombrados caballeros acudieron a su llamada e intentaron la hazaña, pero ninguno regresó.
Un día apareció en palacio una pareja de habitantes de la comarca; Pepet y Paquita eran sus nombres. Pepet, llamado “el llaurador muntanyenc”, y Paquita, de apodo “la coloma”, eran un matrimonio que habitaba la ladera de Penyeta Roja, un monte cercano. Allí trabajaban un pequeño terreno con olivos y almendros, y eran muy conocidos por su audacia y su ímpetu para afrontar cualquier adversidad.
Hartos de esperar las lluvias, decidieron poner fin ellos mismos a la maldición, así que se presentaron ante el monarca y le dijeron que irían a por las lluvias y regresarían con ellas o no regresarían.
Batiste II les prometió un señorío con tierras fértiles y ganado abundante si regresaban triunfantes, y les despidió con sus bendiciones.
Antes de la partida, ambos fueron a visitar al abuelo Quiquet, un conocidísimo curandero y vidente que vivía en una cueva en el Desierto de las Palmas, y éste les dio abundantes y sabios consejos para el largo viaje que iban a acometer.
Un día de Mayo al salir el sol salieron de la ciudad Pepet y Paquita, acompañados por una algarabía de ancianos, mayores y niños que depositaban en ellos todas sus esperanzas.
El primer obstáculo serio llegó al subir la Serra de Borriol. Allí, en medio del camino, una enorme piedra impedía el paso… (continuará).