martes, noviembre 14, 2006

Por la senda de la Luna Llena. El encuentro con las hadas

… Tras muchas horas de caminar por bellos parajes, y después de una larga subida, Paquita y su inseparable Pepet llegaron a una charca repleta de golondrinas acicalándose. Sus aguas no tenían muy buen color, pero el lamentable estado de higiene de sus cuerpos debido a los días que llevaban sin asearse les decidió a darse un buen chapuzón. Paquita sacó la pastilla de jabón Lagarto que llevaba siempre encima y la esponja de esparto y, antes de que Pepet –que no era muy amigo del agua-, tuviera tiempo de escaparse, ya le había frotado de arriba abajo con energía, hasta dejarlo reluciente como un bebé. Allí permanecieron un buen rato, disfrutando de un merecido descanso.
Cayó la tarde y una hermosa noche plateada iluminó la charca en la que seguían, algo amodorrados, Paquita y Pepet; después del baño se dieron cuenta de lo cansados que estaban, así que decidieron quedarse a dormir allí mismo. Poco a poco a la pequeña laguna acudieron gran cantidad de golondrinas que, una vez allí, se quedaban absortas observando a la madre Luna acompañada de una pléyade de estrellas que tachonaban el cielo, creando un espectáculo inigualable.
Mientras dormían, unas hadas diminutas como luciérnagas llegaron también a la laguna y, al ver a la pareja de humanos y leer sus sueños, decidieron ayudarles.
Al despertarse al alba, Paquita y Pepet notaron algo raro en ellos y, al buscarse y no verse, comenzaron a llamarse pero de su garganta no surgieron voces, sino trinos de golondrina. Por fortuna, se dieron cuenta de que entendían perfectamente lo que se decían, así como lo que decía el resto del grupo de golondrinas. Asustados, preguntaban qué les había pasado durante la noche, y una vieja golondrina les respondió que las hadas de la montaña les habían regalado ser golondrinas por un día para que adelantaran el camino, puesto que tenían que cruzar un caudaloso río y no había puentes ni vados para los animales terrestres.
Se unieron a la bandada de golondrinas y siguieron la senda hasta llegar al río, que cruzaron sin dificultad. La sensación de volar les parecía maravillosa, era lo más parecido a lo que pensaban que era la libertad. Al anochecer descendieron a tierra, avisados por la sabia golondrina de que pronto cesaría el encantamiento y volverían a ser humanos. Tras despedirse de la bandada se acurrucaron juntos, abrazados ala con ala, y acordaron bautizar la charca en la que aconteció el milagro como “La Bassa de les Oronetes”. …(continuará)

1 comentario:

depiedraenpiedra dijo...

ala Pratchet! qué bonito....
te está quedando muy chulo.